Adam Smith entendía que el trabajo era
la calidad de medida exacta para cuantificar el valor del bien producido. Para
él, el valor era la cantidad de trabajo que uno podía recibir a cambio de su
mercancía. Los bienes económicos podían aumentar de valor en el mercado, pero
lo que siempre permanece invariable es el trabajo, o sea el desgaste energías
física e intelectual del trabajador para producirlos, siendo entonces el
trabajo el patrón definitivo e invariable del valor. Se trata de la teoría del
valor comandado o adquirido. Aunque no era el factor determinante de los
precios,estos oscilaban hacia su precio de producción gracias al juego de la
oferta y la demanda.
Esto nos quiere decir que todo bien
producido necesariamente contiene trabajo, este trabajo es la fuerza de los
hombres que han interactuado en el proceso de producción de dicho bien, o sea
que en todo bien se vende la fuerza de trabajo (de cada hombre que interactuó
en el proceso de producción).
Sin embargo, Adam Smith no logra
explicar correctamente, según la teoría del valor-trabajo, los conceptos de
beneficio y renta; además, la venta de la fuerza humana no tiene un comprador
común (no se tiene en cuenta la competencia) por lo que se torna insostenible
dicha teoría. Esto lo lleva a desarrollar una segunda: Teoría de los costes de
producción.
Los problemas que le surgieron a su
teoría original en la que el valor de las mercancías estaba dado por la
cantidad de trabajo incorporado en ellas son:
1. En
el mercado no se puede saber cuánto trabajo incorporado tiene una mercancía.
2. Si
el trabajo es la fuente de valor de las mercancías, el que cristalice el valor,
el obrero debería ser el que se vea beneficiado de éste.
Posteriormente, David Ricardo desarrolló
una teoría del valor-trabajo explicada en su obra Principios de economía
política y tributación (1817). Continuando los razonamientos de Smith, adopta
la primera de sus dos teorías del valor y trata de explicar cómo funciona el
beneficio en la sociedad capitalista. Critica además la definición dada sobre
el patrón invariable trabajo.
Explica que el valor del trabajo también
varia, oponiéndose a Smith, quien sostenía que las mercancías varían su valor
pero no el trabajo para producirlas. Ricardo sostiene que el trabajo no es un
valor invariable y expone la idea de que lo único que puede servir de norma
para el intercambio de bienes es la cantidad de distintas clases de trabajo que
se necesitan para producirlos.
Thomas Hodgskin, un socialista
ricardiano, consideraba que la teoría ricardiana del valor-trabajo tendría
lugar en una economía estricta de libre mercado que hubiese provocado la
desaparición del capitalismo.
La teoría del valor-trabajo de Karl Marx
es distinta a las teorías del valor trabajo de los demás economistas. Su
definición se encuentra en su obra cumbre El Capital y forma, según Marx, parte
de la base fundamental para entender el modo de producción capitalista. El
trabajo no es 'valor' por naturaleza, es lo que produce valor exclusivamente
por la organización social en el cual es empleado. Una característica
intrínseca del trabajo es producir, crear, transformar. Ahora bien, el valor de
las mercancías se mide por el número total de horas de trabajo indiferenciadas
y socialmente necesarias empleadas en ellas. Ello se debe al estadio histórico
alcanzado de desarrollo económico de los diversos Estados, de las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción de un determinado modo de
producción (en este caso, el capitalista). El 'socialmente necesario' es una de
las diferencias radicales introducidas por Marx con respecto a sus
predecesores, los cuales no concebían o no introducían el mercado y la
competencia dentro de sus respectivas teorías del valor de las mercancías. Marx
sí tenía presente el mercado y la competencia en su teoría del valor de las
mercancías, como dejó constancia en una de sus obras principales escrita frente
a Proudhon:
Es importante insistir aquí en que el
valor no es determinado por el tiempo en que una cosa ha sido producida, sino
por el mínimo de tiempo en que puede ser producida, y este mínimo es
establecido por la competencia. Supongamos por un momento que haya desaparecido
la competencia y que, por consiguiente, no exista medio de establecer el mínimo
de trabajo necesario para la producción de una mercancía. ¿Que ocurrirá?
Bastará invertir en la producción de un objeto seis horas de trabajo para tener
derecho, según el señor Proudhon, a exigir a cambio seis veces más que quien no
haya empleado más de una hora en la producción del mismo objeto.
Miseria de la filosofía (1846), Karl
Marx
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